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Asturias, Cantabria y una furgoneta

En este verano marcado por la pandemia, una de las mejores formas de viajar que se nos ocurrió a mis amigas y a mí fue alquilar una furgoneta e irnos a visitar alguna zona del norte de España. Una de mis amigas vive en Santander, así que allá que nos fuimos a hacerle una visita y de paso recorrernos un poquito de Asturias y Cantabria.

Lo primero que teníamos que hacer era buscar una furgoneta para nuestros primeros días que pasaríamos de un lado a otro. Después de buscar por Internet y, teniendo en cuenta que las empresas de furgos más nuevas te obligaban como mínimo un alquiler de una semana, encontramos la empresa Salty Campers que alquila furgonetas vw T3. Este tipo de furgos son con las que llevo viajando los últimos años y la verdad que para mí son una experiencia increíble.

Esta pequeña empresa la llevan dos chicas alemanas, Linda y Jenny, que se conocieron en Santander estando de Erasmus hace unos años y se enamoraron de Cantabria y, como eran unas aficionadas del surf y de la vida camper, hicieron de su pasión su trabajo creando esta empresa de alquiler.

La atención fue perfecta, para cualquier duda estaban atentas y a cualquier hora puedes contactar con ellas por whatsap. El primer día nos recogió Jenny en la estación de autobuses de Santander y nos llevó al local, en Muriedas, donde tienen las furgos, para coger la nuestra, firmar el contrato, enseñarnos todo su funcionamiento y dar una vuelta para aprender a conducirla. Casualmente, una vez llegué allí, me di cuenta de que era el mismo sitio donde la otra vez que estuve en Cantabria alquilé una furgo, pero aquella vez fue con Surfcars (Cantabria: tierra de mar, de verde, de pescadores y de surf, mucho surf). Por lo que me pude enterar hubo una separación y se creó esta nueva empresa.

La furgo que nos tocó fue Leila, una t3 con techo fijo, de color granate y blanco. Una vez he probado las furgos de techo elevable y las de techo fijo, me quedo mil veces antes con las de techo elevable. Puede que para el día a día las de techo fijo sean más cómodas por la altura, pero para dormir no tiene nada que ver. En las de techo fijo, en mi opinión, la parte de arriba es mucho más agobiante; además, en muchos de los parkings están poniendo barreras de altura, que con las de techo elevable no tendrás problema para pasar, cosa que, claramente, no ocurre con las de techo fijo.

En cuanto al precio, nos salió a 340 euros, 4 noches, más 50 euros de mantenimiento. El seguro, nosotras cogimos el que cubría más, 20 euros al día, que tenía una fianza de 350 euros que se nos devolvió el último día. Estos precios son para un tope de 100 km. al día, nosotras hicimos algún km. más por lo que tuvimos que pagar 30 euros más al devolverla.

La experiencia viajando con la casa a cuestas ya la he contado mil veces. Creo que no hay forma de viajar más especial. Tiene sus inconvenientes, no es lo más cómodo del mundo, pero cuando me levanto cada mañana, veo amanecer desde la furgo y me tomo el desayuno con las mejores vistas posibles, me doy cuenta de que no lo cambio por ningún hotel de cinco estrellas. No hay horarios, ni destino fijo, cada día es algo nuevo.

Así pues, una vez explicado donde conseguimos nuestra pequeña casita rodante, comienza nuestro viaje.

1º DÍA: Santander. Sonabia (Ruta de los Ojos del diablo).

Los primeros dos días, el viaje lo hicimos cuatro amigas. Una de ellas, como ya he comentado, vive en Santander, otras dos llegamos allí el día anterior por la noche y la cuarta llegaría a las 17 horas desde Logroño. Así pues, la primera mañana del viaje la pasaríamos en Santander hasta que llegara la última integrante del viaje.

Lo primero que hicimos, por la mañana, fue irnos a desayunar a la playa del Sardinero y, aunque nuestra primera opción era el Cormorán, como estaba cerrado, acabamos en El Parque restaurante, donde nos tomamos unas tostadas de tomate y aceite muy bien de precio para el entorno en el que estábamos.

Después de dar un paseo por el Sardinero, nos fuimos a la estación de autobuses donde, como ya he comentado, nos recogía Jenny, una de las chicas de Salty campers, para llevarnos a Muriedas donde nos dio nuestra furgo, Leila.

Ya con nuestra casita a cuestas, se hacía la hora de comer, así que nos fuimos al Faro de Cabo Mayor en Santander que es el final del camino que va desde el Sardinero hasta el faro. Las vistas son espectaculares y es un lugar que si vas a Santander tienes que visitar.

Hay dos formas de verlo, una es llegando allí en coche como hicimos nosotras porque íbamos con el tiempo justo. Pero como nos explicó nuestra amiga, hay una forma mucho más bonita y es por el sendero que une la playa segunda el Sardinero hasta el faro de Cabo Mayor.

Esta senda se inicia al final de la segunda playa del Sardinero, en concreto subiendo por las escaleras que hay al lado del hotel Chiqui. Siguiendo este camino hay varias paradas obligatorias. La primera es la playa de los Molinucos, que durante la pleamar desparece por completo. Continúas hasta los acantilados de Cabo Menor, la playa de Mataleñas, que mucha gente considera de las más bonitas de Santander, para finalmente llegar al Faro de Cabo Mayor.

Una vez visitado el faro y contemplado las vistas tan increíbles de la bahía de Santander, comimos unas tapas en la cafetería del faro. Y, así, hicimos tiempo para ir a recoger a la última integrante del viaje y empezar nuestra ruta con Leila.

La primera parada de nuestro viaje fue en Sonabia, una localidad de Castro Urdiales, en Cantabria, dirección Bilbao, para hacer la ruta de los Ojos del Diablo. Hay varias rutas que se pueden seguir. Nosotras la hicimos desde la playa de Oriñón y aunque no muy bien señalizada, conseguimos hacernos con la ruta y comenzar el ascenso.

Esta ruta, aunque algo dura si no estás en forma, vale la pena el solo recorrerla, sin necesidad de llegar a un destino en concreto. Nosotras no conseguimos llegar hasta los ojos ya que empezaba a atardecer y la bajada debíamos hacerla con luz o iba a ser muy peligrosa. Nos quedamos con las ganas de ver esos agujeros en los acantilados que dan esa imagen tan peculiar de la costa cantábrica, pero el tramo que recorrimos valió muchísimo la pena, vimos un atardecer precioso desde lo alto de los acantilados, una vez pasada la playa de Oriñón.

Ya anocheciendo, buscamos sitio para pasar la noche con nuestra casita a cuestas y encontramos un parking no muy lejos de donde estábamos con unas vistas preciosas. El parking de Islares, en la playa Arenillas. Con un bar al lado, La Cuca y el camping Arenillas muy cerca. Tanto por el día como por la noche había mucho movimiento, no solo de furgonetas, sino también de pescadores, sobre todo por la mañana pronto vinieron muchos con neoprenos y arpones. El único inconveniente es que había una barrera de 2 metros de altura y con nuestra furgoneta no podíamos pasarla, por lo que tuvimos que aparcar fuera justo al lado de un hotel que está a medio construir, pero, aún así, las vistas por la mañana desayunando, desde los merenderos, fueron espectaculares.

2º DÍA: Descenso del Sella. Ribadesella.

Nuestro segundo día comenzaba muy pronto ya que estábamos casi en Bilbao y queríamos llegar a la zona de Ribadesella, Asturias, para hacer el descenso del Sella antes de las 13 horas que era cuando teníamos reservado con la empresa Asturaventuras en Arriondas. Para cualquier vehículo normal no iba a ser tan difícil llegar a la hora, pero con Leila las cosas había que tomárselas con calma.

Una vez llegamos al local de Asturaventuras, pagamos cada una 15 euros por dos kayaks de dos, con sus bidones correspondientes donde llevar comida y bebida y todas nuestras pertenencias y unos chalecos. En general, la experiencia fue genial, el descenso del Sella es algo que hay que hacer y realmente es precioso. Vas con tu kayak, río abajo, disfrutando del entorno y del paseo. No es un paseo difícil y si se hace con calma no se tiene por qué hacer nada pesado. Hay dos posibilidades, la corta que son entre 7 y 9 km. dependiendo de la empresa y la larga que son 13 km.

Sin embargo, nosotras no íbamos muy preparadas por lo que se nos hizo bastante pesado. Para el que tenga intención de hacerlo aquí van mis consejos para que no le pase como a nosotras. Lo primero es que cuanto antes empieces mejor, no esperes a las horas de tanto sol y tómatelo con calma, haciendo muchas paradas y disfrutando del entorno, sin ningún tipo de prisa. Llévate comida y bebida en abundancia, así podrás hacer paraditas a echarte unas cervezas o una sidra, ya que con el tema del covid las paradas para tomar algo que hay en el propio descenso no estaban abiertas. Échate mucha crema y, sobre todo, lleva escarpines. En verano, el nivel del agua no es muy alto, por lo que el kayak se irá encallando en las zonas donde no haya apenas agua y eso significa tener que salir y empujar, por lo que si llevas buen calzado, las cosas serán mucho más sencillas.

En mi opinión, lo que no me gustó de esta actividad fue la gran cantidad de gente que había. Un verano normal me habría quejado igualmente porque te vas chocando con la gente y es mucho más fácil que acabes encallando si hay tanta afluencia de kayaks. Pero es que encima en un verano como este, marcado por la pandemia, no vi ningún tipo de control de aforo, tanto en las colas para coger el material como en el propio descenso, es más hubo algún momento de agobio al verme entre tanta gente en una situación como  la que estamos viviendo. Creo que es algo que deberían controlar más, al igual que la desinfección del material y del autobús de vuelta que te lleva al local donde has cogido el material una vez acabas.

Una vez terminado el descenso, y bastante agotadas, nos fuimos a Ribadesella a pasar la tarde en la playa de Santa Marina. Para aparcar aquí, el parking tiene una barrera de 2,10 m. por lo que nosotras no cabíamos con la furgo y se nos ocurrió seguir la carretera que rodea el parking. No lo hagáis y más si lleváis una furgoneta como la nuestra. La subida es muy empinada, la carretera muy estrecha y solo sirve para llegar a los chalets, no tiene salida. Así que para aparcar, mejor en las calles cercanas antes de llegar a la playa.

Ribadesella, pueblo pesquero de Asturias, es un lugar para visitar. Tiene un entorno envidiable al borde del mar y toma su nombre por la desembocadura del río Sella, famoso, como ya sabemos, por su descenso.

¿Qué ver en Ribadesella? La zona del casco antiguo llena de callejuelas con casas preciosas y muy peculiares, cada una distinta a la de al lado, hay que pasearla. En ella destaca: el Palacio de Pietro-Cutre, sede del ayuntamiento, la Iglesia de Santa María Magdalena, la Casa de Ardines, Casa de González Prieto (hoy correos), la Casa de Collado, el Palacio de la Atalaya y el Casa del Pixuecu. 

Otra zona para pasear es el paseo marítimo de la playa de la Marina. Todo ese paseo está lleno de casas increíbles, algunas de ellas verdaderos palacios modernistas, cada una más bonita que la anterior y están tan bien mimetizadas con el entorno que no es como esas zonas del mediterráneo llenas de restaurantes y hoteles en los paseos marítimos, sino que las casas hacen todavía más especial el entorno al lado del mar.

Para cenar ese día, decidimos irnos al centro de Ribadesella y disfrutar del famoso cachopo asturiano y el resto de la gastronomía de la zona. Nos habían recomendado la sidrería El Tarteru, pero como era de esperar estaba todo llenísimo de gente, por lo que, después de dar varias vueltas, encontramos sitio en la sidrería marisquería El Puerto. Estaba todo muy rico y calidad precio nos pareció muy aceptable. Eso sí, la tarta de queso, un espectáculo, si vais a esta sidrería no dudéis en pedirla.

Para dormir, fuimos al área de autocaravanas de Ribadesella a unos 10 minutos del centro andando que cuenta solo con cinco plazas y con agua para rellenar el depósito y también zona de aguas grises. Como era de esperar, estaba ya completa cuando llegamos, así que justo en frente, cruzando la carretera hay como una especie de parking de tierra que estaba lleno de autocaravanas y furgonetas. Dormimos allí y la verdad que no tuvimos ningún problema.

3º DÍA: Surf en la playa de Santa Marina (Ribadesella). Celorio. Llanes: Camping La Paz.

El tercer día amanecimos el Ribadesella con ganas de hacer surf. Así que nos fuimos directas a la playa de la Marina. Yo en concreto estaba bastante malucha, por lo que me quedé con una de mis amigas dando un paseo y descansando, pero mis otras dos amigas sí que hicieron surf. Una de ellas llevaba su propio equipo, mientras que la otra lo alquiló en Waikiki surf shop, que es una escuela y tienda de surf muy cerquita de la playa.

Así pasamos la mañana y por la tarde nos fuimos dirección Llanes, donde teníamos reservada una noche en el Camping La Paz, ya que esa noche venían una amiga y un amigo con tienda de campaña por lo que ya necesitábamos pasar el resto de noches en campings.

Antes de llegar al camping, hicimos una paradita en Celorio para tomarnos un café. Fuimos hacia el mirador de Polambina y antes de llegar a él paramos en una pequeña explanada de césped, al lado de un pequeño cementerio, que daba a una de sus playas, la de las Cámaras, y nos sacamos las sillas y disfrutamos de las vistas. Fue uno de los momentos que se quedan en el recuerdo de un viaje, nos dimos cuenta que no nos hacía falta nada más, las cuatro allí juntas, con unas vistas increíbles y charlando. Fue un momento mágico.

EL camping La Paz fue un gran acierto. En un entorno increíble, entre la montaña y la playa de Vidiago, tiene parcelas con vistas alucinantes, eso sí hay que ir con tiempo para que te toque alguna de las buenas. El ambiente fue muy bueno y de precio muy bien, nos salió la noche a menos de 15 euros. Esa tarde-noche la pasamos preparando la cena para los que llegaban tarde y disfrutando del entorno del camping que realmente merece la pena.

Además hay que destacar de este camping la limpieza de las zonas comunes, sobre todo de los baños que cada dos por tres estaban desinfectando, lo cual se agradece mucho y sobre todo en estos tiempos.

4º DÍA: Surf en la playa de Vidiago (Camping La Paz). Bufones de Pría. Llanes.

Nada más levantarnos ese día, lo que hicimos fue avisar en el camping que nos quedábamos una noche más y que nos cambiaran de parcela para tener una con las vistas al mar.

La mañana la pasamos entre desayuno-vermut, un poco de surf en la playa de Vidiago (la propia playa del camping) y  comida. Un plan de relax con las mejores vistas posibles.

Por la tarde, fuimos a visitar los Bufones de Pría. Los bufones son grietas en las rocas calizas de un acantilado por las que se cuela el agua del mar, lo que provoca que en ocasiones suba el agua por allí como si fuera un surtidor de agua a presión. Verlos en plena esencia debe ser algo increíble.

Normalmente, si visitas los bufones, tan solo oirás un rumor y como mucho expulsar aire. Para poder verlos en acción, hay que ir un día que haya mucho oleaje, que las playas estén con bandera roja, en el momento de pleamar y es más fácil durante el otoño o invierno. Eso sí, si consigues verlos en acción, ten mucho cuidado, tienen mucha fuerza y podrías sufrir un accidente.

Para ver los bufones de Pría, puedes acercarte al parking que hay en la playa de Guadamía e ir andando, están al lado. Por el camino encontrarás algún bar para poder tomar una cerveza. Nosotros no tuvimos problema para aparcar, sin embargo, un verano normal suele estar a tope el parking.

Una vez vistos los bufones, hay una ruta circular preciosa de unos 13 km. que te lleva por playas y acantilados con vistas increíbles. Como yo seguía algo malucha, no pudimos hacerla, pero nos quedamos con las ganas de volver y hacerla en otro momento, ya que el paisaje vale la pena.

Si decidís hacer la ruta, tenéis que seguir un pequeño sendero que va por los acantilados. Es un camino poco señalizado y es bastante fácil perderse, en la mayoría de los blogs recomienda descargarse la ruta para poder seguirla sin perderse. Pasarás por dos playas muy bonitas: Villanueva y Cuevas del Mar.

Una vez terminada la visita a los bufones y habernos tomado una cerveza en uno de los bares de camino al coche, nos fuimos a Llanes, pueblecito asturiano con un puerto con muchísimo encanto. Su centro histórico de marcado estilo medieval es muy recomendable recorrerlo. Allí destacan: el Torreón y las murallas del siglo XIII, la Basílica de Santa María o el Palacio de Castañaga.

Para cenar fuimos al Bar La Amistad que nos habían recomendado y que fue un gran acierto. Además de disfrutar de una sidra bien escanciada, pedimos platos típicos asturianos, pero sin duda lo que más destacamos fue el chorizo a la sidra, para chuparse los dedos.

5º DÍA: Santillana del Mar. Liencres, playa de la Arnía. La Picota. Santander.

Este quinto día amanecimos en el camping La Paz y teníamos que devolver la furgoneta en Cantabria, en el mismo sitio donde la habíamos dejado, Muriedas. Así que madrugamos, recogimos todo y pusimos rumbo a Santander.

Una vez devuelta la furgoneta, cogimos los coches y nos fuimos a visitar uno de los pueblos más emblemáticos y conocidos de Cantabria, Santillana del Mar. Sobre este pueblecito ya hablé en el otro post que tengo sobre Cantabria en el que visité lo más característico de esta comunidad.

Se trata de una villa histórica medieval que está perfectamente cuidada y en la que destacan sus calles empedradas, sus casas de piedra y su bonita plaza con su iglesia. Es un pueblo para perderse por sus calles, visitar sus tiendecitas y disfrutar de adentrarte y teletransportarte a otra época.  Si vas a Cantabria, no puedes perdértela.

Para comer, habíamos quedado con unos amigos en Liencres, en la playa de la Arnía, en concreto en El Cazurro, un restaurante con muy buen producto, platos típicos de la zona y unas vistas que quitan el hipo, además me sorprendió su precio, a mi parecer muy barato para todo lo que pedimos y su calidad.

Una vez terminamos de comer, fuimos a visitar el paraje de Liencres y la playa de la Arnía. Uno de los paisajes más espectaculares que he visto en España, de mis sitios favoritos del norte de España, a pesar de que el aire no nos dejó disfrutarlo como nos hubiera gustado. También lo había visitado el mi anterior visita a Cantabria.

Nuestra próxima parada sería el Monte La Picota, que se encuentra en Liencres, en concreto en el municipio de Piélagos. Tiene unos 240 metros y sus vistas son increíbles, sobre todo atardeciendo. Desde aquí puedes ver el parque natural de las dunas de Liencres desde otra perspectiva.

Para llegar al punto de partida con el coche, hay que tener cuidado con el GPS, ya que si pones la Picota, te llevará a varios sitios pero no al inicio de la ruta. Así que tienes que acercarte hasta Mortera, por el barrio la Valleja e incluso adentrarte algo más y dejar el coche justo al inicio de la ruta.

El camino no es largo, pero sí bastante empinado. Sin embargo, una vez llegues arriba, sabrás que habrá valido la pena. Las vistas son espectaculares. Un atardecer desde aquí arriba no tiene precio.

Y, ya acercándose la tarde/noche, pusimos rumbo para Santander donde haríamos una parada en Centro Botín para tomarnos algo. Se trata de un centro de arte dependiente de la Fundación Botín, cuyo edificio es bastante llamativo. Esta formado por dos volúmenes unidos por unas pasarelas y suspendidos parcialmente sobre el mar, sobre la bahía de Santander. En él hay exposiciones, conciertos y también una cafetería. Las vistas desde aquí a la bahía son muy bonitas. Esa noche, cenaríamos en casa de un amigo, así que así terminaba nuestro quinto día.

6º DÍA: Santander

El último día lo reservamos para visitar Santander. El día no nos salió especialmente bueno, por lo que tampoco pudimos disfrutar mucho de hacer turismo. Os dejo el enlace de mi otra visita a esta ciudad, en la que sí me la pateé de arriba abajo.

Sin embargo, sí hicimos otro tipo de turismo que es el de beber y comer, en el que, con mis amigas, somos unas expertas. Como empezó a llover, nos fuimos a la zona de bares de picoteo del centro a tomarnos un vermú y así acabamos en Gilda Vermutería, que como su nombre indica, tenía unos vermuts caseros muy buenos y acabamos comiendo allí algo de picar y unas tostadas.

Por la tarde, nuestra amiga nos llevó a Terminal Sur a tomarnos unas limonadas caseras con ron de caña y teniendo en cuenta que el tiempo no acompañaba y que estábamos muy a gusto allí, nos pasamos toda la tarde entre limonadas y conversaciones.

Para terminar nuestro viaje por todo lo alto, fuimos a cenar a La Prensa (donde habíamos reservado) y donde cenamos muy bien. Recomendaciones que no te puedes perder: la oreja es imprescindible que la pruebes, nunca la había visto cocinada de esta forma, a láminas súper finitas y muy crujientes, una delicia de verdad. Y, por supuesto, la tarta de queso de postre, no sé si es la mejor tarta de queso del mundo, pero de las que he probado yo no cabe duda.

Y, así, terminaba nuestro viaje por el norte de España en el que disfrutamos de la naturaleza, del mar, del surf, los campings, una furgoneta y finalizamos con unos días en Santander. Esta segunda visita a Cantabria no fue tanto de turisteo, sino más bien de rutas y paseos por la naturaleza, y además cruzamos a Asturias donde nunca había estado y me enamoró su paisaje a primera vista.

Si tenéis alguna duda sobre qué hacer o visitar en Asturias o Cantabria, no dudes en dejarme un comentario o contactar conmigo a través del cuadro de contacto de la página de inicio. 

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Nos vemos en la siguiente postal.

M.

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