En una vida pueden caber varias vidas
El pasado sábado, en el vigésimo aniversario de los atentados contra las torres gemelas, recordé algo que leí hace tiempo.
El director de una empresa, que tenía sus oficinas en el World Trade Center, una vez pasado un tiempo tras los atentados, llamó a sus trabajadores que habían sobrevivido al suceso y les invitó a que contaran sus experiencias.
La mayoría de las razones por las que estas personas habían sobrevivido eran de lo más tontas. Pequeñas casualidades que habían hecho que llegaran tarde a trabajar. Casualidades que en ese justo instante, sin saber lo que estaba pasando, habían sido grandes quebraderos de cabeza porque les estaban retrasando en su llegada al trabajo.
A una mujer no le había sonado el despertador, un hombre había perdido el autobús, a otro no le arrancaba el coche, otra no había conseguido un taxi a tiempo, otro se había manchado con el café y tuvo que cambiarse de ropa, otro había pillado un atasco…
No creo mucho en esa frase de que “todo pasa por algo”, está muy trillada y sirve para justificar demasiadas decisiones que son más nuestras que del supuesto destino.
Igual que no creo que estas personas que se salvaron estuvieran en el lugar correcto, en el momento exacto y que por eso sobrevivieran. Sobre todo, porque no puedo creer que las casi 3000 personas que murieron en el atentado estuvieran en el lugar equivocado, en el momento exacto.
Pero sí que es cierto que ahora cuando pierdo el autobús o me quedo dormida o estoy en medio de un atasco y esto hace que me ponga de los nervios porque no llego a ese sitio donde “tan importante” es que esté puntual (spoiler: la mayoría de las veces no es tan importante), esta reflexión me ayuda a cambiar el ánimo.
Y es que lo que en un momento en concreto nos parece una “desgracia”, como puede ser la de no llegar puntual al trabajo, puede llegar a convertirse en algo bueno. Y tan bueno. Esto me ayuda mucho a relativizar cuando me estreso por tonterías. Y si estoy en medio de un atasco, me digo: ¿de verdad es tan catastrófico que me retrase cinco minutos en llegar a ese lugar donde tengo que estar justo ahora? E, imagino que no os sorprenderá la respuesta: “No, el 99,9% de las veces no es tan catastrófico”.
Y esta reflexión, en cierta manera, se puede extrapolar a otras vivencias de la vida cotidiana. Relaciones que salen mal, amistades que se rompen, esa entrevista de trabajo desastrosa, ese examen suspendido… No es que todo pase por algo, las cosas pasan y punto. Pero si siguieras con tu novio del instituto, no te habrías ido sola de viaje y no habrías conocido al que ahora comparte tu vida. O si hubieras aprobado el examen de la oposición, ahora no serías socia de la empresa donde trabajas. Si esa entrevista hubiera salido bien, no te habrías animado a abrir tu propio negocio…
¿Qué opción te habría dado más felicidad? ¿Qué camino era mejor? ¿El primero o el segundo? Está claro que nunca lo sabrás, pero como dice Tokio en La Casa de Papel: “En una vida pueden caber varias vidas”.
M.