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¿Cómo le explicas eso a alguien?

Escribir está siendo una especie de catarsis para mí últimamente. Y si encima tenemos en cuenta que el día que más tiempo tengo para escribir es los domingos, ¡apaga y vámonos!

¡Qué curiosos son los domingos! Por lo menos para mí son días raros, días de cansancio acumulado de toda la semana, muchas veces aliñado con una pequeña resaca; días de pijama, peli y manta. Los domingos tienen un aura de melancolía. No sé si es porque el día siguiente es lunes, porque tengo tiempo para darle vueltas a la cabeza del que no dispongo durante la semana o es el día en sí, que me pone triste.

Y a todo esto añadimos que estamos en diciembre, que también es un mes raro. Para aquellos que este año está siendo un buen año solo tienen que terminarlo por todo lo alto y poner un broche de oro al 2019 y, así, recordarlo con una sonrisa. Pero para los que no es nuestro caso, parece que queremos que pase rápido y que sea año nuevo, vida nueva. Aunque ¡vaya tontería! Realmente esto del calendario es nuestra manera de medir el tiempo, pero no es una línea de salida, ni una nueva oportunidad de que las cosas nos salgan bien. Realmente eso nos lo podríamos plantear cualquier día.

Pero si, a pesar de todo, no podemos huir de este pensamiento, deberíamos cambiar la perspectiva y pensar que nos queda un mes (algo menos en realidad) para arreglar este año.

En realidad, si hago balance de mi 2019, hay muchos más días felices y momentos bonitos que días malos. Pero es lo que tienen los malos recuerdos, que pesan el doble que los buenos. Seguramente por mera supervivencia, para no olvidarlos y, así, no volver a sufrir. Cosa que claramente es imposible, porque no es que nos tropecemos en la misma piedra dos veces, es que, a veces, parece que nos enamoremos de nuestra piedra.

A lo mejor mi problema con los domingos y con diciembre es que son el final de algo, de una semana, de un año. Y todos son malos. No existen los finales felices, no creo en ellos. Pero no por pesimismo o por desencanto, sino porque para que un final fuera feliz simplemente no no debería existir. En las películas nos presentan los finales felices cuando el chico se queda con la chica, pero en la vida real eso no es más que el comienzo de algo y si va a tener un final, entonces jamás será bueno, sino no terminaría.

Foto de Pizarra creado por freepik. Imagen del encabezado de Gordon Johnson en Pixabay

Pero, el hecho de que yo no crea en los finales felices, no quiere decir que un (mal) final me haga olvidar la historia completa.

Hablando con mis amigas, una cosa que me repiten muchas veces es que no olvide nunca por qué acabó, qué pasó, cómo llegamos a ese punto de no retorno. Y prometo que algún día hablaré de ello porque estoy completamente de acuerdo con que cuando echas de menos a alguien y te llegas a plantear que pasaría si volvieras con él es muy importante pensar en las cosas que nos alejan más que en las que nos acercan porque si hubieran pesado más estas últimas, no habríamos llegado a ese final.

Pero a pesar de tener esto claro y presente, hay algo de lo que poca gente habla porque ¿cómo le explicas a alguien que aunque estés segura de ese final y de no querer volver a lo mismo, no te arrepientes de nada de lo vivido? ¿Cómo le explicas que cuando piensas en lo que tuvisteis te sale una sonrisa?

¿Cómo explicar que quizá ya no sea tanto echar de menos a la persona (que también) sino que echas de menos quién eras tú cuando estabas con ella?

Echas de menos no tanto lo que hicisteis, sino lo que ya no haréis. Aquellos planes que teníais. Que solo se van a quedar en eso, planes, sueños, un recuerdo de una conversación: “cuando tengamos tiempo, cogeremos la furgoneta y recorreremos el mundo juntos: tú, yo y el mundo”.

Lo que pasa es que si cuentas todo esto, nadie te cree y piensan que sigues esperando que algo pase. Pero no, hace tiempo que me cansé de esperar, pero eso no quiere decir que la historia no fuera bonita. Porque una historia no es un final, una historia no se merece que la reduzcamos solo a ese instante que, aunque detonara todo, no puede destruir el resto de horas, minutos y segundos de recuerdos juntos. 

Así que, ¿cómo le explicas eso a alguien?

M.

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