Nana triste. ¿Dónde está el límite entre amar a una persona y perder tu identidad?
Hace unos meses, cuando salió esta canción me enamoré completamente de ella. De primeras me atrapó por su música e interpretación. Una guitarra y dos voces extraordinarias, Natalia le da la dulzura que necesita y Álvaro, ay, Álvaro, su voz no es de este mundo y su mirada todavía menos. He retrocedido tantas veces al minuto 1:20 que tengo el fotograma totalmente memorizado. Pero es que ya cuando te paras a analizar su letra, ahí ya te mueres.
Nana triste puede tener mil interpretaciones, pero para mí habla de esa relación que acaba convirtiéndose en una carga. Una de las dos partes se dedica a cuidar de la otra, y, es cierto, una relación consiste en eso, cuidarse el uno al otro. Pero, ¿dónde está el límite? ¿Cuándo pasas de ser pareja a convertirte en una especie de madre? Recordándole cuándo tiene médico o una cita en el juzgado, el cumpleaños de sus amigos y familiares, yendo por detrás diciéndole que tenga cuidado, concediéndole cada capricho, acoplando tu vida a la suya, organizando tus vacaciones, tu tiempo libre en torno al suyo… Te cuidaba como un niño que no sabe caminar, déjame que te proteja de lo que pueda pasar.
Nana triste habla de una de esas relaciones en la que una parte dio demasiado, y cuando amas demasiado ya no es amor, es dependencia. Cada uno tenemos nuestro propio niño, nuestra propia identidad, a la que tenemos que proteger, cuidar y valorar. Cuando amas, a veces, es complicado ponerte por delante de tu pareja y decidir por ti, pero si no lo haces, poco a poco, te vas perdiendo, vas dejando de ser tú, vas dejando de vivir tu vida para vivir la del otro. Porque un niño que no es mío nunca lo debí cuidar.
Y, llegados a ese punto, ¿qué hacer? Quieres tanto a esa persona que harías lo que fuera por ella, pero, ¿a qué precio? Es tan difícil romper con ello que te dices a ti misma: esto cambiará, madurará, conseguiremos ese equilibrio tan necesario en las relaciones. Pero ese día nunca llega y aun así lo alargas hasta la saciedad. Yo me quedaría contigo, una, dos, tres noches más si no hubiera roto el hilo. Pero, ¿cómo romper el hilo? Supongo que al final llega un punto de no retorno en el que acabas rompiéndolo y ya sea yéndote y poniendo punto y final; o, dando un ultimátum, te das cuenta de que no hay solución: esa relación llevaba demasiado tiempo rota.
Pero como todo en la vida, aunque cueste y te digas: Yo maldigo mi cordura, siempre, siempre hay salida y esta canción nos lo demuestra. Es una canción que, a pesar de su tristeza, nos está diciendo que hay otra manera de querer y de ser querida, que ella, que nos canta, se dio cuenta que amar no es hipotecar nuestro tiempo y espacio por otra persona, amar es encontrar un espacio y un tiempo común. Que no hay que cargar con las responsabilidades del otro, sino compartirlas. Que cuidar no implica dejar de cuidarte. Y que el niño que hay que cuidar es el nuestro.
Y, al final, lo importante es darse cuenta que amar no es salvar y así conseguimos salvarnos a nosotros mismos.
M.