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¿Ligar? en tiempos de Tinder

No hace mucho tiempo, iba yo por la calle cuando un chico me paró para preguntarme algo. En ese momento imaginé que me querría preguntar por una calle o algún restaurante (era la hora de comer). Pero, para mi sorpresa, solo quería conocerme. Se plantó delante de mí y me dijo: “te he visto bajar del autobús y me has llamado la atención. Solo quería presentarme y hablar unos minutos y por qué no poder tomar algo y conocernos”.

Mi primera reacción fue de rechazo, incluso miedo. ¿Qué me está diciendo este tío? ¿Cómo me voy a ir a tomar algo con él si no lo conozco de nada? En ese momento, yo tenía pareja, así que salí de la manera más sencilla y le comenté que tenía novio pero que me habría gustado conocerle en otras circunstancias (simple y simpática, no quería tampoco quedar mal). Y tras esto, me fui.

Acto seguido, les mandé un whatsap a mis amigas para contarles la cosa tan rara que me acababa de pasar (el grupo de whatsap con mis amigas siempre está en activo, es nuestro centro neurálgico) e iniciamos un debate: algunas opinaban que era raro, otras que qué romántico, otras que esas cosas ya no pasan, algunas sospechaban sobre las intenciones del chico, opiniones para todos los gustos. Sin embargo, yo, cuánto más lo pensaba, más sentido le veía a lo que había pasado.

Pero, ¿por qué me había resultado de primeras tan raro? Incluso me había producido rechazo y había pensado que el chico era raro. Pero, ¿no es lo que hacemos diariamente por tinder o el resto de plataformas para ligar? ¿Incluso por las redes sociales? Cuando alguien nos gusta le damos al corazoncito verde y con un poco de suerte si a esa persona también le gustamos conseguiremos un match y ale a hablar y conocernos. ¿Y no es esto lo que intentó este chico? Y encima de cara, pudiéndose llevar el rechazo directamente y no a través de una pantalla. Mostrándose tal cual era, y no a través de una foto hecha 50 veces y editada para salir de la mejor manera.

Imagen de rawpixel en Pixabay (al igual que la del encabezado)

Ahora lo veo como un acto de valentía. Pero, ¿por qué en ese momento me pareció tan raro? ¿Estamos perdiendo la naturalidad? ¿Necesitamos una pantalla para poder ligar, hablar, tontear e incluso discutir? Mi generación prácticamente hemos vivido con estos medios, en nuestra adolescencia teníamos el Messenger, era nuestro medio para decir cosas que a la cara nunca nos atreveríamos. Luego vino Tuenti, Facebook, Instagram… y así hasta el día de hoy, cuando utilizamos Tinder para ligar porque a la cara nos da vergüenza, porque a ese chico o chica que hemos visto en el super de la esquina y que nos ha parecido tan interesante, en lugar de saludarle y sacarle aunque sea el tiempo como tema de conversación, preferimos llegar a casa, reunir a nuestras amigas y hacer una investigación que ni el CSI hasta dar con él o ella en alguna red social y así poder iniciar una conversación, eso sí a través de una pantalla.

Mirándolo así da un poco de pena, ¿nos resguardamos en una pantalla para no herir nuestro ego con un posible rechazo, por vergüenza, por miedo a hacer el ridículo? No lo sé, pero desde ese día, creo que el verdadero ridículo lo hice yo en ese momento sintiendo rechazo de algo tan natural como que un chico se acerque a una chica para conocerla, para simplemente entablar una conversación cara a cara, sin pantallas, sin mentiras, sin poder borrar la contestación o mandar una foto elegida entre 100.

El final de la historia es que nunca volví a cruzarme con este chico o si lo hice no me di cuenta (realmente tengo un problema con las caras de la gente y me cuesta demasiado hacerme con ellas), pero si me lo cruzara o si él lee este texto (cosa que dudo), ahora sí me tomaría algo con él y charlaría durante un rato, porque si tuvo el valor de, en los tiempos que corren, acercarse a mí para conocerme, seguramente él sea alguien mucho más interesante que yo para conocer.

 

M.

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